sábado, 15 de agosto de 2020

El Grito de la Infausta

 




REGISTRO DE PROPIEDAD INTELECTUAL
2020-A-879
EDICIONES CARONTE
PRIMERA EDICIÓN: FEBRERO DE 2020
Tanto el contenido de este texto, como el diseño de la portada y la contraportada, no
pueden ser reproducidos, ni en todo ni en parte, en ninguna forma ni por ningún
medio, ya sea electrónico, mecánico, magnético, mediante fotocopia, o cualquier
otro existente, sin el permiso por escrito de Editorial Caronte o de la autora.

HECHO EN VALPARAÍSO, CHILE 





EL GRITO DE LA INFAUSTA


VANESSA MARÍN



 


Mi poder de gratitud se extiende por las ramas de un inmenso árbol…





Niña rota

A los seis,
aprendí a coser heridas de personas viejas,
que vivían en una casa antigua con olor a ajo.
En las paredes se colgaban
fotos en blanco y negro
de fúnebres ancestros.
Nunca le tuve miedo a la sangre,
ni a las hematomas de sus almas.
De vez en cuando escribía cuentos de hadas
en una máquina vintage
de un progenitor psiquiátrico,
que fumaba mirando el infinito
y a veces leyendo mis escritos
lloraba.
Mis abuelos conservaban sus dientes,
pero masticaban recuerdos
de un país lesionado por la dictadura.
Las caries estaban en sus médulas
y en sus venas el rigor.
Quise entender tantas cosas,
hasta que murieron en mis brazos.
No pudieron quitarme la inocencia,
hasta que llegó la vecinita con piojos,
los calzones orinados,
los mocos colgando,
y me enseñó a aplastar bichos con el zapato roto.
Fueron mis primeros crímenes
y también mi primer beso.
Había ratones que asomaban sus cabezas
por los hoyos de la casa,
los hice mis mascotas por un tiempo,
hasta que llegó el perro,
el gato, las caturras 
y compartimos la comida.
Recuerdo que el ratón de los dientes 
se llevó mis incisivos
y todos me decían:
“Te faltan los chocleros”
Alguna vez fui niña,
gusté de un chupete en mi boca,
babeaba colorante rojo,
masticaba calugas Kegol viendo al Chavo del Ocho,
veía los Thunder Cats con mi mono regalón al lado
y estaba profundamente enamorada del Capitán Futuro.
Nada más importaba que un dibujo pintado
con lápices de cera 
de la familia perfecta, 
en una hoja de cuaderno media arrugada,
llena de baba y tinte de caramelo.
Mis muñecas me miraban de reojo,
como si en su inerte forma de existir
supieran advertir, 
los presagios de la adultez.
Volver al útero de mi madre
hubiera sido lo más genuino,
pero sus huesos atrofiados
por culpa del mal parido de mi padre
me recordaron que crecer era el camino.
La cruz de Cristo colgada en el respaldo de la cama
se burlaba de nosotros,
de ellos,
de ella,
de él,
de mí,
de todos los huevones 
que alguna vez creímos en la magia.
Pero mataron al viejo pascuero,
al conejo de pascua,
a la virgencita la violaron entre cuatro,
entonces resulta que ahora nadie tiene memoria
y a los hombres se les sigue sirviendo 
el plato más grande en la mesa.
Lo cierto, 
es que todos estamos condenados de algún modo 
y dañados de alguna forma.
Ahora somos viejos y viejas de mirada triste.
Mi niña interior quedó rasgada por dentro,
corrompida, 
por quienes nunca le dijeron como era el mundo.
Por eso,
cuando me preguntan
por qué no escribo sobre pajaritos cantando
o de estrellitas rimbombantes,
me río.
Me río de la tía intrusa que pregunta
cuando voy a ser madre,
o del vecino machista que pregunta
por qué la señorita no usa falda.
Alguna vez fui una niña,
pero ahora tengo la piel helada
y algunos huesos rotos.
Me duelen los músculos y tengo insomnio.
Extraño al ratón que se llevó mis dientes
y a las muñecas que me hablaban
cuando aún no estaba loca.
Por las noches penan los recuerdos
y algunos cadáveres aparecen
para ser vistos por alguien que rece por ellos. 
Ahora hay armas apocalípticas
que desmiembran niños inocentes,
madres que abortan
guaguas en los sanitarios,
astillas enterradas en los ojos
de personas que miran horizontes.
Ahora las heridas son más grandes
y por ello el dolor.
Ahora todo lo que se escribe
es un simple relato
de una mujer que ríe, que solo ríe.
Que llora, que solo llora.
Que muere de vez en cuando
y que escribe, que solo escribe…





Embusteras

Ambas embusteras
recogen con cansancio los escombros de sus cuerpos
luego de besarse como pérfidas amantes
y recibir sus lenguas con hastío. 
¿Es un fruto de intenso sabor
o acaso un acto fúnebre
el sentimiento de ambas flores?...





Observa con atención los puntos suspensivos de nuestra historia…





Aún te amo – expresó.
Y nadie dijo que aquello iba a ser un poema.





Cenizas

Nos amábamos,
lo recuerdo.
Fuimos árbol 
y nos crecieron raíces,
tronco,
ramas,
hojas,
flores y frutos.
Ya no hay tallo leñoso 
que me recuerde quienes éramos.
Todo se quemó,
pero te recuerdo cada día,
antes de que todo fuese escombros
y yo quedara en cenizas. 





Otras vidas

Me pregunto si me extrañas,
si recuerdas aquella vez
cuando desde nuestros senos salió leche
y nos amamantamos.
Cuando intercambiábamos úteros
y nos pintábamos las uñas rojo borgoña
para reconocernos en otras vidas. 





Eres la eterna luciérnaga que ilumina todos mis nadis.





Ánima

Solo soy un muerto que pena,
que toma tu cuerpo en un sueño y se va.
No creas que susurro en tu oído para asustarte,
mientras recorro tus mejillas
con mis manos heladas.
Solo soy un alma efusiva
que viaja a tu mundo
para que me recuerdes un instante…





No podría definirte en una palabra, porque tú, las eres todas.





Nunca habrá perdón

Siempre es el mismo desconsuelo
escribir ya no me salva de este mundo,
son demasiados los silencios
los versos magullados.
Por eso en los brazos de la nostalgia me retuerzo
y a las tinieblas he vuelto para ser condenada.
El Demonio me insidia
alejándome de Dios y su clemencia,
enrojeciendo mi carne a golpes,
hasta perder la conciencia me tortura.
Por enterrar mi dedo en su pecho y lastimarla
lo merezco,
por lanzarle comida al pavimento
y hacerla comer como un perro
¡Lo merezco!
Pero ella,
ella no se cansa.
La veo caminar por oscuros umbrales
para salvarme del abismo
y rescatarme del infierno.
Le escucho bendecirme,
pero en el fondo me odia,
todo lo que dice son palabras decoradas,
blasfemias que se ocultan
al arrimo de la cara que engaña.
Es tarde,
sus cicatrices entreabiertas 
se convirtieron en martirios,
cerrar el cuaderno en el que escribo
con diferentes expresiones su rostro
no hará olvidar cuanto la dañé
y construir mil formas
de reparar su corazón
no hará que me perdone.





Somos reinas de un imperio siniestro…

Era tan solo un morro de arena
lo que creíamos un imperio.
Dos ciervas heridas somos ahora
buscando una gota de lluvia en el desierto.
Solo quedan escombros en nuestras miradas.
Solo silencio.
No hay agua ni sangre 
que fluya por nuestras venas,
Estamos muertas.





Mi mano siempre agarrará la tuya, aunque nos caigamos las dos
(J.G)





No supe contener mi llanto, cuando supe que hasta la última espina de mi rosa había dejado de quererme. Yo que tanto la cuidé, yo que tanto la quise…





Contigo conocí el amor. Antes y después solo fueron lenguas y cuerpos…





Nadie creería que esto es más que un simple poema

Amo como el mar moja mis pies
cuando la costa recorro desnuda,
amo como la luna se posa en mi ventana
menstruando cada noche,
amo al sol cuando tengo frío
o el té caliente cuando tengo pena.
Amo el canto de los pájaros
cubriendo ruidos que no son de mi cabeza,
amo los atardeceres distintos siempre en su forma,
colores, destellos y sombras.
Así como amo todas esas cosas,
así siempre te amaré yo…





Observa como la hoja de otoño después de quebrarse 
debe acompañar al viento en su viaje…





Serás infinita

Sigo siendo la mujer que escribe
sobre nuestros encuentros infinitos,
a quién enseñas el mundo
cogida de tu mano.
Ningún astro se rompe
si despacio recorro tu universo.
No existe espacio,
ni nuestros relojes marcan aquello
que llaman tiempo.
Para abrazarte con la mirada
dibujo arabescos en tus ojos
y para nutrir tu niña interior,
mis labios se doblegan hasta hacerse música.





Estás herida, lo sé, pero brillas y tu piel es silenciosamente bella.





Retrato

Estos son los versos tintados de sangre
de la mujer que llora en primavera,
 la que se revuelca sobre estiércol
y rosas blancas,
mojando sus pies baja la lluvia negra.
La que camina junto al viento 
mirando el suelo,
pensando en quienes ha besado
con los labios partidos.





Rendición

Siento que no puedo más.
como gota a gota de sodio
que cae por vía intravenosa
hacia un agonizante.
Día a día
lucho contra el miedo,
el dolor,
la hemorragia,
la diarrea,
el vómito,
las náuseas,
el mareo,
el acufeno,
la migraña,
el demonio,
la enfermedad…
Me siento cansada.
Ingreso a mis recintos melancólicos,
me arrastro por túneles defecados,
infectados de padecimientos.
Temibles fantasmas
con aberrantes contorsiones
me quebrantan. 
Este el infierno señoras y señores.





Soy

La que escribe,
la que ha llorado tanto como ha reído,
nunca suficiente.
Tengo varias cruces en la espalda,
otras tantas llagas en la piel.
En el corazón algunos crímenes.
Soy quien camina con la cabeza erguida
después de haber sido juzgada
en el patíbulo de la plaza principal 
el siglo XVIII.
Soy la que frente a todos se desnuda
sin importar los efectos colaterales
de las viejas cigarras.
Soy quien huye de la tentación
para luego caer en ella con mayor fuerza
Soy la llorona,
la que no tiene piel
y muere
de vez en cuando…





El credo de la guerrera
 
De niña,
Comencé a recorrer caminos
encumbrados y espinosos.
Compañeras de ruta mis piernas
doblegadas ante la adversidad,
nunca detuvieron su atropellado paso.
Hubiera sido todo más fácil
si me hubieran crecido alas.
Tuve hambre y sed.
Frío mientras caminaba.
Nada hacía presagiar
que aquel arduo caminar
me haría llegar con los pies tan rotos.
Finalmente llegué
sin haber dejado rastros,
excepto algunas lágrimas
o desordenes mentales.
La vida fue aquel camino
que me hizo caer de rodillas
para suplicar a un dios que dicen,
es misericordioso.
En la marcha,
las espinas me lo enseñaron todo.
Fui crucificada
muerta y sepultada.
Descendí de los infiernos,
no subí a los cielos
ni me senté a la derecha e izquierda de ningún dios padre.
Ahora soy la justa y la pecadora.
Dejé de creer en espíritu santo,
en la iglesia católica,
en la comunión de los santos,
en el perdón de los pecados,
en la resurrección de los muertos
y en la vida eterna.
Porque ninguna guerrera
se ha formado rezando el credo
ni combatiente alguna ha ganado la guerra
sin haber luchado alguna vez por algo.
Antes tuvieron que recorrer
caminos encumbrados y espinosos,
Antes tuvieron que llorar,
gritar,
enloquecer
sangrar,
caer,
morir.
Antes tuvieron que ser niñas asustadas…





Demencia
 
No es tarea fácil estar a solas con la conciencia.
Comencé las primeras oraciones
cuando había cometido todos los pecados.
Era tarde para esclarecer mis dudas con el diablo
que más sabe por viejo
que quién nace chicharra muere cantando.
Porque siempre me gustó correr contra el viento
hasta deformar su silueta.
Sentir como el pájaro carnívoro 
que habita en mi pecho
dejaba cenizas entre los árboles por donde volaba.
Porque anduve por ahí
bebiendo dramas en bares de mala muerte
y me gustó tanto que me puse a escribir poemas
de personas bizarras con miradas inertes.
Me besaban tras las puertas de los baños,
 metiendo sus manos por los caminos de nadie.
Yo me dejaba querer mientras
era el escándalo se la semana
de quienes no tienen vida.
Las piedras que arrojaron las devotas
no dolieron tanto
como las primeras veces en que me gritaron: puta.
Me acostumbré a los escupitajos de las veteranas maliciosas
nacidas para sembrar cicuta.
Ellas también me llamaron loca
cuando me puse a bailar como una mariposa
que aleteaba libre y sin miedo
por los arbustos espinosos.
¡Entonces fui más loca aún!
¡Y subí más la voz!
Y canté como un ruiseñor
en los oídos de los que juzgan.





Descalza y Desnuda
 
Camino sin rumbo
con la mirada perdida
y los ojos hundidos de tanto llorar.
No me importan los semáforos en rojo
ni las personas que pasan
y me miran con desconcierto
porque voy descalza y desnuda
fumando una colilla de cigarro
que me encontré
en una calle llena de guarenes.
No me importa caminar por la basura
que no llega a los vertederos,
ni ensuciarme los pies en las calles
habitadas por vagabundos
que viven de limosnas y panes duros.
Me siento y descanso a ratos
en el banco de una plaza
excretada por palomas
que no saben volar.
Eso tampoco me importa.
Es invierno y tengo frío,
pero hay perros en la calle
que saben abrigar
y comer de las sobras
que lanzan los que no tuvieron hambre.
Mientras camino,
pienso en aquellos cadáveres
que dejé en mi senda mortuoria.
En el monstruo que fui conmigo,
con él,
con ella,
con ellos,
con todos.
Porque herir se siente como matar a alguien.
Porque duele más golpear que ser golpeada,
dañar, que ser dañada
y no se puede devolver el tiempo
o remediar lo que se rompe por naturaleza.
Tengo recuerdos que patean la mente,
memorias que violentan el espíritu y lo resecan.
Recuerdo, por ejemplo
ser una flor desierta sacada de raíz
ante el ocio de una niña aterrorizada
por un sistema violento
dominado por el patriarcado.
Ahora,
tengo un par de labios marcados en mi mejilla.
Parece que alguien me dio un beso,
lo sentí como un rasguño
y ahora me duele la cara,
me pica el cuerpo
¡Se me cae el pelo!
¡Basta!
¡No quiero misericordia!
Déjenme caminar descalza y desnuda
por las calles contaminadas por la mugre
de los indigentes invulnerables al dolor.
Ser la mariposa de alas rotas
cuyo vuelo fue interrumpido
por un depredador psicópata.
Déjenme ser la loba que aúlla sobre la luna rota,
la araña que escala sombras
y paredes por los pordioseros defecadas.
¡No quiero compasión!
No quiero ángeles de grandes alas
sobre mis hombros cuidándome.
Ni necesito el perdón de dios.
Es tarde para sembrar madrigales de colores,
escribir sobre pajaritos que cantan,
o candelillas de alitas escarlatas.
Tengo heridas en mis oídos
de tanto escuchar amenes 
de oraciones desesperadas.
Tengo yagas en las brazos
de tantos fallidos intentos por sobrevolar.
Tengo colecciones de fotos 
de personas que amo
y tuve que dejar por amor.
Tengo el estómago vacío
de tanto vomitar remordimientos.
Así que por favor
no quiero más besos en la mejilla
mientras duermo en las bancas de las plazas.
No humedezcan mi frente
¡No me abriguen!
No me dejen panes, ni dulces
envueltos en papel alusa.
Déjenme caminar descalza y desnuda
hasta estrellarme conmigo misma
y caer hasta tocar fondo…
 




Falsos cirineos

Mi corazón sin consonancia lacerado palpita
cuando recuerda la risa cruel 
de quienes que me dañaron.
Las sátiras palabras
de quienes me desilusionaron.
Ya no creo en el pan de la última cena
o en el vino que une paladares.
No creo en las manos 
que se oprimen en treguas
ni en reconciliaciones con amenes.
Me instigan a amar más a mis perros,
que perdonar a quienes me apuñalaron por la espalda.







Para un mendigo, un trozo de pan es un imperio.






Antineruda sin ofender

“Puedo escribir los versos más tristes esta
noche, escribir por ejemplo, la noche está
estrellada y tiritan azules los astros a lo lejos”
(Pablo Neruda)

Yo también puedo escribir
los versos más tristes esta noche,
sin embargo,
prefiero darle portazos a la puerta
y romperla a patadas
después de que los vecinos llamen a los pacos
por ruidos molestos.
Prefiero destruir los astros,
las estrellas a lo lejos,
el azul de los azules,
la boina,
la pipa,
la noche
y toda esa vaina
que escriben los poetas Nerudianos.
Me tienen podrida los soles de Neruda
y las florecitas de Mistral.
Que saben los poetas de ser poeta.
Se tornan molestos los poemas rosas
que hablan del pajarito que se posó en la rama,
o de la rosa roja que nunca sangra
que no tiene espinas ni se desgarra
cuando una se está muriendo por amor.
!Porque una sí se muere de amor!
Y porque una sí se desangra.
Por eso,
prefiero de vez en cuando morir por ella
y luego resurgir
con toda la furia del viento en mis pulmones.
Prefiero aborrecer a dios por habérmela quitado,
para luego sentir un poco de su misericordia.
Prefiero escribir los versos más tristes
mientras esté sangrando por la yema de las dedos,
dejar las hojas manchadas con plasma,
glóbulos rojos y plaquetas.
Prefiero quedar sin respiración de tanto odiarla,
amarla,
odiarla,
amarla,
amarla,
odiarla…
Prefiero odiar tanto como amo.
Prefiero el big bamg dentro de mi pecho
en vez de las estrellas que tiritan a lo lejos,
prefiero dejarla ir entre los astros
que escribirla entre las flores,
sabiendo que nunca será mía.







 


Tan sola

No se puede escribir 
con los manos temblorosas,
ni plasmar en un papel
con los dedos lastimados
lo que se dice es un poema
mientras una honda pena me abraza.
No logro conciliar el sueño,
extrañas lenguas murmuran
las inquietas sombras con las que duermo
y mi cuerpo convulsiona
al compás de un reloj
que no marca las horas.
Estoy sola
bajo este abismante manto gris
que nubla todas mis esperanzas.
Le hablo a ese ángel que dice nos cuida
y le pregunto:
¿Por qué siempre está borracho
y se acuesta con putas
en vez de estar conmigo?
Todos se han ido, todos
incluso él,
se fue con dolor de cabeza
alcoholismo severo
y ataques de pánico.
Ha renunciado a sus alas
para asumir un cerebro vano,
para fugarse fuera de estos muros
donde las personas ríen
simulando no cargar ninguna cruz.
¿Qué será aquello que los mantiene
tan vulgarmente gozosos?





Monumento

Debemos conservar la calma
cuando se sangra por todos lados,
ser jodidamente fuerte cuando caemos.
Hay que tener valor
para recoger nuestros propios pedazos
y de aquello hacer un monumento.





Paredes manchadas

Los días no serán siempre 
arcoíris de colores refulgentes,
habrá días oscuros.
Pedirán socorro 
demonios que nos habitan.
Sombríos serán.
Habrá caos,
dolor,
gritos,
naúseas,
furia,
abatimiento,
fracaso,
insomnio,
pánico,
miseria,
fecas,
sangre.
Los días no serán siempre 
arcoíris de colores refulgentes,
habrá días aterradores.
Sombríos serán.
Habrá derrumbes,
sequías,
tormentas,
lágrimas,
espinas,
paredes manchadas.
Pero existirá un día
donde pintaremos las paredes con flores
aun sabiendo que se van a marchitar…





Siglo XVII

En nosotras habita
la ira de todos los ancestros.
Somos la reencarnación 
de una bruja asesinada
por los ilustres machitos
de un obsceno patriarcado.
Mentes desfiguradas
por ilusorias religiosidades
en la hoguera quemaban sus cuerpos,
cuyo pecado fue el amor.
Somos, fuimos y seremos
las más valientes de la historia…





Siento que voy sobre una nube gris que empapa todas las primaveras
en las que se desojan todas las flores que soñamos.





Madre

Fueron siempre mis alas, los brazos de mi madre…

Me dueles, madre.
Las heridas que adornan tu cruz
me han vuelto impiadosa.
El eco de tu voz en mis entrañas
me rompen en silencio y lloro
por aquello que no pueden hacer mis manos
para salvarte.
Toda la luz de tus ojos transita por el éter
de un dios que te ha abandonado.
Quisiera limpiar el lodo que te cubre
como un sacro manto,
verterte con nuevas ilusiones
para aliviar tu alma y tu cuerpo enfermo,
pero solo tengo un para las rotas
cuyos vuelos por cielos magnos fracasaron.
En mi regazo te oscilo madre,
cuando te vuelves frágil y niña.
La hija del rigor vencida ante dios padre
quien humedece sus labios con sangre
cual corazón humilde la bebe arrodillada.





Una se siente tonta enumerando las estrellas que hay en el cielo. Parece un acto innecesario
¿Pero qué puedo hacer si en todas ellas veo tu rostro?





Enigma

No me alcanza el cuerpo,
los besos,
las caricias,
las miradas…
¡No me alcanzan!
Nada explica lo que siento,
ni palabra que lo defina
de haberla,
tampoco lo explicaría.
No se completa la intensidad de la luz,
ni la velocidad del sonido
para demostrarlo.
No ha nacido el poeta que lo describa,
ciencia que lo justifique,
ni persona que lo comprenda.
Vanos ensayos son,
aquellos que intentan definir lo que es el amor…





Seducción

Mis labios humedezco ansiosa
mientras te desnudas.
Mi primer gemido se asoma
¡Estallo en gozo!
Me vuelves frágil y celosa.
Siento abejas en mis senos,
 Miel brota de mi vientre,
un panal es mi sexo.
¡Me insulta la forma en que me miras!
Me atas,
me dominas,
me sometes,
me encadenas.
A todas tus perversiones pertenezco…





Posesión

Solo yo conozco los caminos
que llevan a tu cuerpo,
los he trazado con mi lengua.
Para no perderme.
He dejado pistas
y una marca en tu vientre
para despistar a otras.





Quédate conmigo sin decirle a nadie, tú tampoco debes saberlo.





Preámbulo

El dedo en tu boca,
jadeas.
Respiro en tu cuello,
éxtasis.
No me pidas razones,
siénteme.
Yo sé que tú quieres,
desnúdame.
Despacio los besos,
provócame.
Si quieres ternura,
muérdeme.
No me pidas que pare,
sopórtame.
No quiero descanso,
agítame.
Si tienes temor,
domíname.
No seas distante,
rasgúñame.
Ya te acostumbrarás,
cautívame.
Siempre quiero más,
compláceme.
Hacia tu abdomen voy,
invítame.
No detengas el viaje
¡Persiste!
Quiere alcanzarlo todo,
mi lengua.
No interrumpas el coito
¡Cállate!
Busco el orgasmo,
mírame.
Esta es una orden,
¡Ámame!
Este es el momento
¡Acaba!





Una dama no tiene memoria debajo de su falda…





Renuncia

Ven conmigo, ven.
Recorre los caminos abandonados de mi cuerpo
Enrédate en mí,  
hasta deshojar mi primavera.
¡Dueña serás de los latidos de mi pecho!
Ven conmigo, ven.
Que todo se propague por mi abdomen
¡Tu viaje sobre mí no detengas!
Renuncia a todo y ven.
Vente porque sí,
porque no,
por si acaso,
porque me gustas,
porque no soporto
que las sábanas me rocen
sin que perviertas
el jardín de mis rosas.





Solo fuiste una estrella fugaz, que reafirmó mi amor por una gran constelación…





Inalcanzable

Parece que me tocaste el alma
con la punta de los dedos.
Me siento descolocada
¿Qué me has hecho?
Para pensarte está la noche
Es de día 
¡Ándate!
Me quemas 
hasta el último respiro de la tarde.
Te veo caminar por el aire
como un espectro,
me das miedo.
Impávida,
me quedo esperando
que me beses,
que me roces la boca.
Quédate ahí,
en el aire y en el soplo 
de mi aliento estupefacto,
quiero seguirte viéndote, 
perfecta e impalpable.
Hermosa,
cruelmente inalcanzable.





Lejana

Lejana eres.
Distante, 
imprecisa y ajena.
Desgracia y milagro.
Irresponsablemente bella.
Tengo un derrame alegórico en el corazón
que en su sístole te nombra
y canta con todos sus latidos. 
Lejana eres,
catarsis que retuerce 
todos mis sentidos.





Contrapuestas

Mientras le escribo versos sobre las estrellas
y le dibujo jardines en sus caminos despoblados,
ella encoje sus hombros,
quebrantando todas mis palabras.





Luna fragmentada

No pretendas que no frunza el ceño
después de haberme roto la luna.
No tengo tiempo 
para comprender tus razones,
estoy recogiendo sus pedazos.
No pretendas que no llore un poco,
que no tenga miedo,
que no abrace la almohada
y grite tu nombre cuando te extrañe,
no se te olvide que fui yo 
quién te regaló el mundo
para que habitaras en él
con todas tus imperfecciones.
¡Musa profana!
¡Embustera!
Has clavado tantos puñales
en todos mis cuerpos sutiles.
Así que me voy,
no solo una vez,
me voy mil veces
para no regresar diez mil más
y así sucesivamente,
ocupando todos los números y el infinito.
Como una suma inacabable de posibilidades.
Para no odiarte, 
recurro al prana, al chi, al ki,
a toda la energía vital de universo
¿Pero qué sabes tú del universo
si me has roto el más hermoso de los astros?





Jodidamente despierta 

Tal parece que te entregas 
de forma inconsciente
y no le tomas el peso.
Duermes escondida bajo mi almohada
como una incitante sombra,
como un fantasma de extraños gemidos.
Golpeo mi cabeza contra la pared 
para no seguir pensándote
¡No tienes perdón de Dios!
Me estás enloqueciendo.
Eres como una despiadada ola 
que ahoga niños inocentes
en playas peligrosas.
Eres como un efecto antrópico
invadiéndolo todo.
Un holocausto 
que me deja llorando todo el día.
Estoy despierta ahora y te pienso,
jodidamente despierta 
y no te tengo…





Cama

Desde que duermo sola,
eternos viajes son las noches
con un solo pasajero.
Mantengo, sin embargo,
la almohada con tu aroma.
Esa leve nostalgia que dan las cosas
ya usadas en el tiempo.
La habitación es una tumba
que conserva oscuros recuerdos
y la pena de compartir
con los objetos que tomaron vida,
me retuerce por dentro.
Solo un trozo de madera
ahora es nuestra cama.
La cama,
aquel lugar donde nacimos
como niños hambrientos
ahora es un objeto siniestro,
un féretro,
un sepulcro
sin vivos ni muertos…





No hay dudas. Era de ella, soy de ella, seré de ella.
Tan de ella que olvidé mi nombre





Ausencia

Yo tenía razones para morir.
¡Yo tenía miserias cotidianas!
Pero ella,
ella tenía la sonrisa perfecta
para enfrentar al mundo
y conquistarlo de mil maneras.
Todavía la extraño. 
Aún siento sus caricias
tejiendo en mi pelo
un telar de sueños imposibles.
Aún su perfume deambula por mi casa,
emanando todo el dolor del mundo.
Me vuelvo loca y me pierdo
en la agonía de sentirla en el silencio.
A veces escucho su voz susurrando
desde las paredes,
como si nunca se hubiera ido.
Me viene esa suerte de esquizoide 
y la imagino en mi mesa
hablándome de cómo será el mañana.
Preparo dos cafés 
sintiendo la fría ausencia 
que me desgarra,
creyendo que volverá
de la tumba estupefacta 
cual habita sin mí.





Siento que se me salió el espíritu por la boca y debe andar deambulando por el tuyo.





Encuentro libidinoso 

Conocí a una mujer,
con quien probé una sangre 
que no era la de Cristo.
Una reserva del 98
guardado en el antiguo mueble
que heredé por obligación
de un abuelo comunista.
Vino maduro - ¡Le dije!
Con notas de frutilla,
chocolate y canela - me respondió.
Y lo abrimos sin medir las consecuencias.
Abrió la ventana,
encendió un cigarro,
se sentó.
Cerré la cortina,
abrí el vino,
me senté a su lado.
Sonreímos.
Nos miramos de reojo,
tomamos un par de copas,
pasó una brisa,
se movió su pelo,
se agitó mi vientre.
Nos acercamos.
Deslizó sus dedos por mi pelo,
deslicé los míos por su cuello.
Me quitó la blusa,
le saqué la suya.
Un gemido estruendoso 
debajo de nuestras faldas
calló a todos los pájaros.
Sentimos miedo de aquel sigilo,
de ese ruido blanco
que ensordece y nos grita
que algo se esconde más allá del silencio.
Después de habernos arrancado la piel, 
solo se oyeron susurros sicalípticos, 
sístoles frenéticas
y Jadeos acuciosos
De pronto,
abruptamente se levantó.
Me voy – me dijo – Me voy.
Y me miró como si fuera la última vez
que alguien recorre su paisaje favorito.
Tomando su mano con fuerza
le supliqué que no se fuera.
Se lo repetía, 
mientras ella abrochaba sus botas
y extraviaba su mirada hacia la puerta,
la cual cerró después de tomar sus cosas.
Ella se había ido 
y su ausencia apagó toda la luz del mundo.
Tuve miedo de continuar respirando
las horas que quedaban del día.
No pude tragar ni siquiera un pedazo de pan
o beber un poco de agua.
Odié las sobras del vino 
y también mi cama.
Odié el mueble antiguo del abuelo comunista,
las colillas de cigarro que dejó en el cenicero,
su pañuelo cual perfume 
deambuló por días en la casa.
Odié las ventanas que dejó abiertas,
el eco de sus pasos, 
odié todo cuanto pude, odié.
La odié, la repudié y la maldije.
Ahora odio a las estrellas que tomaron palco
y al universo que se la llevó
a otros putos y lejanos brazos…





Cicatriz

Si al menos hubiese usado esos segundos
para preguntarle su nombre.

Era la cicatriz más hermosa,
del más sublime rostro,
del más precioso cuerpo,
del más perfecto instante.
Para mirarla,
usé todos los segundos que tenía.
Mis ojos jamás se detuvieron.
Recorrieron sin pavor alguno
la gloriosa comisura.
Y su mirada
¡Tenía tanto dolor en su mirada!
Como si estuviese resignada
a la desdicha de su cara.
Como explicarle,
que aquella huella en su mentón
había calado en mi
hasta los huesos.
Por eso en mi mente,
con dedos temblorosos
cada noche
recorro la imperfecta costura
que esconde toda su belleza.
Amando con frenesí
todo el cauce de su horror.





Riesgo

¿Es que no te has dado cuenta?
Soy quien te observa cuando caminas
sobre el desolado paisaje que nadie toma en cuenta.
Soy quien recorre una milla
para verte un segundo,
soy la mujer que corre sulfurada por la vida
a un lugar bestialmente cercado por la muerte
solo para darte el beso más furioso de tus labios.





Caos

Yo no le di de comer pan,
ni las sobras de un plato rústico 
preparado por la abuela.
No le di la comida que por solidaridad 
llega a las vísceras 
de un hambriento mendigo.
¡No!
Tampoco le di de beber agua,
ni le junté gotitas de lluvia 
en un jarro viejo,
ni siquiera me esmeré 
por conseguir la cantimplora
de algún soldado 
que arrancó para otra guerra.
No…
!Yo, 
le di de beber amor!
inundé su útero,
sus entrañas y sus ojos.
¡Le di de comer amor!
Y de aquello nació un universo.





Caníbales

Los deformados rasguños de mi espalda
son rastros de un espantajo dadivoso
que alguna vez se comió parte de mi boca.
Giraba sus dedos
creando remolinos
en la oceánica marea de mi pelvis,
bebiendo de mis corrientes
las consagradas gotas.
Circundando con sus manos mi cintura,
sobre mi ombligo esculpía astros inmaculados
nunca devueltos al universo.
Con su insípida lengua.
cual viaje había hecho 
por todas las comisuras de mi cuerpo,
hidrataba los besos
que nunca más en otros labios fueron puestos.
Trozos humanos por la estratosfera
de ambos quedaron
y un corazón anémico
que todavía sangra
quisiera entender por qué las sístoles
se violentaron tanto.
Apenas puedo masticar
los pedazos que quedaron de sus piernas,
cuando se fue como una muerte lenta.
Como valiosos trofeos
guardo sus huesos
que en su justo momento
serán donados a otra
que quiera comer de las sobras.
¿Dónde estaremos en diez años más,
cuando no queden fragmentos de piel por arrancar?
¿Se borrará de la memoria la enrojecida carne
que alguna vez masticamos con atrevimiento?
Lo cierto,
es que nos amamos profundamente
antes de traspasar los umbrales del canibalismo.





Femicidio 

Matan a una
pero somos todas.
Sois vosotras,
ellas,
ella,
soy yo.
Todas en una.
Cercenadas,
torturadas,
mutiladas,
violentadas,
maltratadas,
quemadas,
golpeadas,
ahorcadas,
escupidas,
denigradas,
asesinadas,
vomitadas por la bestia,
la bestia repulsiva 
que alguna vez habló de amor…





Muñequitas Rotas

Mi lápiz recoge pedazos
de niñas que fueron fragmentadas
flageladas,
violadas,
desfloradas,
desgarradas,
abusadas,
tocadas,
manoseadas,
lamidas,
orinadas,
defecadas,
eyaculadas por la bestia.
María tenía dos años y jugaba a las muñecas,
creía en el conejo de pascua Sofía y tenía seis.
A los cuatro, Anita soñaba con ser madre cuando adulta.
Rosita tenía un año, ella no alcanzó a soñar,
sus sueños fueron destruidos 
por quien ultrajó su alma.
Casas de muñecas fueron convertidas en infierno,
por el tío dicharachero,
el papito querendón,
el profe buena onda,
el abuelito regalón,
el padrastro afectuoso,
el hermano entretenido,
el vecino cariñoso,
el curita piadoso,
el viejo del almacén de la esquina,
ese que regalaba dulces por una: “Tocadita”
¡Tío pare por favor!
¡No me toque papá!
¡Abuelito me duele!
¡Bestias bestias bestias 
todos son bestias!
Y nunca merecerán el perdón en las cárceles 
en donde se convertirán en canutos
los hijos de puta.
¿Cuántos años son los razonables
para perdonar a alguien
que usurpó los sueños de una niña?
Porque fácil debe ser para ellos
andar rompiendo muñequitas por ahí,
descuartizando sus inocentes espíritus,
sustentando con sedición,
su patológica,
sanguinaria,
inhumana,
perversa,
repugnante,
y brutal virilidad.
¡Por eso quiero que este escrito sea convulsivo!
Que gritemos con ira y firmeza
la justa condena que merecen aquellos
que dejaron sus hallazgos
en juegos que no eran de niñas.
Por eso quiero que este grito 
sea por María que jugaba a las muñecas,
por los huevitos de pascua de Sofía,
por Anita y sus sueños,
por Rosita
y por todas quienes
sangrarán en cuerpo y alma
y no podrán gritar
cuando la bestia las esté desnudando lentamente
en el silencio asolapado
de quienes prefieren callar.
Por eso quiero que se nos desgarre la voz,
para que nadie olvide
el dulce rostro de mirada triste
cual suplica olvidar
a quién le arrebató su infancia…





Me enamoré de una bestia

No me gustan las bestias,
pero me gustaba él.
Sus ojos eran como ópalos profundos
siempre en busca de algo.
Nunca tuve un amante tan lejano,
pero en mis sueños lo besé,
lo desnudé,
varias veces lo mordí en el mismo lado.
Me hizo el amor,
le hice el amor
pero nunca realmente nos tocamos.





La carne de Dante

No me hagas preguntas.
No llores como un niño
perdido en la noche
que los pezones de su madre busca.
No dudo que me haces sentir 
de formas escandalosas
y me dan ganas de quedarme,
pero prefiero las rosas rojas
entre mis manos desojándose.
¡Ay Dante.
Si yo pudiera amarte,
como amo a las flores!





Los antagonistas hacen la tarea pesada…





-¿Por qué no tienes hijos? ¡Deberías!
-No necesito usar mi útero para sentirme más mujer, señora.
(Stella)





Descalza y Desnuda
 
Camino sin rumbo.
Con la mirada perdida
y los ojos hundidos de tanto llorar.
No me importan los semáforos en rojo,
ni las personas que pasan
y me miran con desconcierto
porque voy descalza y desnuda
fumando una colilla de cigarro
que me encontré
en una calle llena de guarenes.
No me importa caminar por la basura
que no llega a los vertederos,
ni ensuciarme los pies en las calles
habitadas por vagabundos
que viven de limosnas y panes duros.
Me siento y descanso a ratos
en el banco de una plaza
excretada por palomas
que no saben volar.
Eso tampoco me importa.
Es invierno y tengo frío,
pero hay perros en la calle
que saben abrigar
y comer de las sobras
que lanzan los que no tuvieron hambre.
Mientras camino,
pienso en aquellos cadáveres
que dejé en mi senda mortuoria.
En el monstruo que fui conmigo,
con él,
con ella,
con ellos,
con todos y todas.
Porque herir se siente como matar a alguien.
Porque duele más golpear, que ser golpeada,
dañar, que ser dañada
y no se puede devolver el tiempo o remediar 
lo que se rompe por naturaleza.
Tengo recuerdos que me patean la cabeza.
Recuerdo, por ejemplo
ser una flor desierta sacada de raíz
ante el ocio de una niña aterrorizada
por un sistema violento
dominado por el patriarcado.
Ahora,
tengo un par de labios marcados en mi mejilla.
Parece que alguien me dio un beso,
lo sentí como un rasguño
y ahora me duele la cara,
me pica el cuerpo
¡Se me cae el pelo!
¡Basta!
¡No quiero misericordia!
¡No necesito compasión!
No deseo el perdón de dios,
Ni quiero ángeles de grandes alas
sobre mis hombros cuidándome.

Déjenme caminar descalza y desnuda
por las calles contaminadas por la mugre
de los indigentes invulnerables al dolor.
Ser la mariposa de alas rotas
cuyo vuelo fue interrumpido
por un depredador psicópata.
Déjenme ser la loba 
que aúlla sobre la luna rota,
la araña que escala sombras
y paredes por los pordioseros defecadas.
Es tarde para sembrar madrigales de colores,
escribir sobre pajaritos que cantan,
o candelillas de alitas escarlatas.
Tengo heridas en mis oídos
de tanto escuchar amenes 
de oraciones desesperadas.
Tengo yagas en las brazos
de tantos fallidos intentos por sobrevolar.
Tengo colecciones de fotos 
de personas que amo
y tuve que dejar por amor.
Tengo el estómago vacío
de tanto vomitar remordimientos.
Así que por favor,
no quiero más besos en la mejilla
mientras duermo en las bancas de las plazas.
No humedezcan mi frente
¡No me abriguen!
No me dejen panes, 
ni dulces envueltos en papel alusa.
Déjenme caminar descalza y desnuda
hasta estrellarme conmigo misma
y caer hasta tocar fondo…






Memoria

Todavía te recuerdo.
La huella de tus dientes
permanece sobre mis hombros
y los mordiscos debajo de la piel
se han transformado 
en sagradas cicatrices. 

Partes de mi entrepierna 
poseen tu nombre,
de mi vientre abochornado 
extraños sonidos salen.
Un orgasmo fantasmal 
canta de vez en cuando
y ríe con carcajada maquiavélica.

No creas que te he olvidado,
para saber si aún existes
pregunto por ti a las aves
que han herido sus alas
en vuelos estrepitosos
de cuyo paso no queda huella alguna.





¿Sería amor?

Desde tu mirada 
hasta la forma en que sonríes,
eres revolución.

No sé si caminas o danzas,
cuando pasas,
solo creo que eres ondas 
en espacios vacíos y los completas.

Te veo volar como a un pájaro 
quien audazmente extiende sus alas
sin miedo a caer
y te admiro. 

Si tan solo por un segundo
 nos mirásemos fijamente a los ojos,
sin que el miedo que nos encadena
nos trabe las manos 
para tocarnos.
Si nos desnudásemos desde el impulso
que lo desviste todo
y nos amamos enajenadas  
¿Sería amor aquello que traspasa los cuerpos?





La asesina de Dante 

                                            "¿Dante, estás vivo? 
                                       Dante, perdóname,
                                 ¡Oh mi amado!
                                                                        ¿Es que acaso solo tendré que recordar
                                                             el desdén de tu último suspiro?"


Sus besos escandalosos rodaron
por todo mi cuerpo.
La tenue luz de una vela encendida
dentro de la habitación 
escasamente iluminaba sus labios,
cuya lengua avasalladora
como una serpiente envenenada 
había humedecido los míos, 
con desidia y ferocidad. 

Él se había comido mi espíritu,
sonreía gozoso en el lecho,
alardeado por ello.
Sus sístoles y diástoles
sobre mis entumecidos senos palpitando
me hicieron vomitar.
Un incómodo jadeo bajo las sábanas
y un ácido aroma manando por sus poros 
me hicieron odiarlo hasta la muerte.
Por ello,
lo mataría sin clemencia alguna...

Porque así es como terminan las bestias
luego de comerse la manada.
Abandonados,
sin poder presagiar su fin.
Y no es que lo hubiera planeado, no.
Ese instinto que proviene desde las entrañas
fue casi involuntario.
Lo extraño,
fue la repentina repulsión.
Esa misteriosa sensación
de sentirme deseada en un instante
y luego quedar completamente sola y vacía.

Así que tomé un arma.
Dudé por un segundo,
sí,
dudé,
cuando vi un dejo de ternura en su mirada.
Y pensé: 
Este cabrón debe ser hijo de alguien,
padre de alguien,
amigo de alguien,
¡Pero me valió madre!
Y llegó la ira,
la alevosía,
la enajenación,
la agitación, 
la venganza ecuánime 
disfrazada de impulso.
Esa fuerza que nos lleva a realizar algo
de manera violenta e irreflexiva
sin que podamos comprender después,
el acto de haber dañado. 
Y sin más oscilaciones ni preámbulos
!Clavé el cuchillo en su pecho!
Clavé dos veces el cuchillo en su pecho.
Clavé tres veces el cuchillo en su pecho,
luego cuatro veces más,
luego me nublé y perdí la cuenta.
Hasta que mis manos blancas
ya no eran blancas,
eras rojas muy rojas.
Todo estaba rojo muy rojo.
De su vientre brotaban miles de rosas.

Un silencio escabroso lo cubrió todo…
pero me quedé a su lado,
contemplando largamente 
el terror de sus pupilas
ya dilatadas por el rigor mortis.
Y como un último ritual sagrado,
lo acompañé hasta la luz,
que todos dicen ver 
cuando están muriendo.
Tomé su mano,
besé su frente,
recé,
lloré,
grité.
Incluso reí.

Mi mente aletargada
posiblemente me indicaba 
que todo había sido un sueño,
una alucinación o una pesadilla.
Que al otro día despertaríamos juntos,
despeinados,
enredados,
agasajados,
resplandecidos,
enamorados,
pero no.
Era el final.
La realidad más conmovedora,
o el crimen más aterrador.






Ahora los recuerdos son espejos que se rompen
con el roce de una lágrima…





El grito de la infausta

Últimamente, 
haces demasiado ruido por las noches.
Porque mientras trato de dormir,
tú cuentas pelos en el planeta 
de los simios, 
haciendo con ellos
una peluca prehistórica llena de piojos.
Sucia,
¡Lávate las manos!
¡Sucia sucia sucia!
Te revuelcas en el lodo
como una cochinita,
como una lechoncita recién parida
de una cerda que comía cáscaras de papa,
afrecho y estiércol.
¡Pero nooo!
¡Tú, le cuentas al mundo 
que eres una dama en la mesa!
¡Una señorita glamorosa, 
fina y elegante!
¡Cómo te atreves a mentirle al resto
con tal descaro!
¡Me haces gritar
y enfadarme con el mundo!
¡Mira como quedo sin voz por tu culpa!
¡Osas con aparecer en mis papeles
 de manera estrepitosa
haciéndome escribir pájaros mal nacidos 
y horripilantes!
Después te quejas que te grito,
pero como no,
si nadie vino a mí con tal descaro
a rozarme los labios de esta manera,
para después irse 
y dejarme extrañándote
como una infausta. 




No soy como todas, 
que muerden manzanas de brujas 
en cuentos de hadas.
Yo soy la mujer que camina 
devorando corazones tormentosos
y a veces no perdono.




Yo me pregunto si esto es amor,
o simplemente una descomunal reacción neuroquímica
frente a miles de constelaciones, 
cuyas posiciones en el cielo nocturno 
son aparentemente invariables.